the fool

the fool

10 abril, 2010


La muchacha subió al autobús como todas las tardes, ese día más temprano de lo normal pues no había mucho que estudiar. Los días recargados de trabajo habían pasado, y aunque cogida del agarradero del bus con dificultad, mientras este volvía en marcha, buscando un lugar donde sentarse, ya empezaba a sentir esa libertad del fin de semana que nos hace sonreír cuando nos viene la imagen mental de el resto del viernes totalmente despreocupados, o un sábado levantándonos tarde, burlándonos del incongruente despertador.

Encontró un lugar libre junto a un hombre desgarbado, vestido con camisa y corbata de una talla mas grande que usaba con descuido. Se sentaba este junto al corredor, lejos de la ventana, y llevaba en el regazo un libro de psicología mientras se concentraba en la lectura de otro semejante, por lo que pareció no verla.

- Disculpe – le dijo- ¿puedo sentarme hay?

Al momento el hombre reacciono a aquella petición sin siquiera levantar la cabeza, haciéndose a un lado, un tanto azorado tal vez por su falta de atención.

-Por supuesto, por supuesto siéntese- dijo atropelladamente; lo que hizo sentir a la joven un tanto culpable, por lo que le agradeció en un tono mas amable.

-¡Vaya forma de ponerse! - pensó- ¿realmente estaría tan concentrado o no esperaba que me sentara a su costado?; tal vez no quería que invadieran su espacio y por eso se hizo el desentendido cuando estuve parada junto a él, eso explicaría su nerviosismo cuando le pedí que se hiciera a un lado; supongo que fue algo de arrepentimiento porque no esperaba buenos modales cuando le hable. Las personas tienen a veces ánimos de conflicto cuando no se responde a las convenciones tacitas de cortesía que exigen ciertas situaciones, se ponen a la defensiva porque parece que quisieran tomarles el pelo. Al momento se dio cuenta que una de esas personas era ella era misma y curvo los labios ligeramente hacia arriba cuando una vocecita en su cabeza le dijo “de veras eres hipócrita”.

- Bueno tal vez le hable en un tono muy áspero; pero no vale la pena romperse la cabeza por tonterías. Sacudió la cabeza obligándose a girar la ruta que tomaban sus pensamientos. Saco entonces de la mochila su mp3 - A escuchar y olvidar… -se dijo- mientras desenrollaba sus audífonos. Presiono un botón y la pequeña pantalla se ilumino, tres segundos de canción después aparecían las letritas “batery low” y las ilusiones de una abstracción armónica al ritmo del rock la abandonaban. Suspiro. No, esto no podía ser un mal presagio para su fin de semana; mejor superarlo.

Mientras lo guardaba nuevamente encontró el libro del cual algunas páginas estaban aun pendientes de ser leídas para el examen de Contratos el lunes- primer recordatorio de que no es un fin de semana libre - se dijo. Saco el libro con resignación y cerro la mochila, al menos algo podría ir adelantando si se ponía al leer de camino a casa. ¿Es que no podía estar libre ni un momento?; aunque, claro esta –advirtió- también podría perderse en la contemplación del paisaje de regreso que cambiaba rápidamente por su ventana.

-Seguro me desespero cuando lleguemos a la zona de tránsito- se dijo- además es más productivo ocuparse en las responsabilidades; debe ser como dice mi madre esa manía mía de estar siempre haciendo algo –recordó- no sabe que lo único que quiero todo el tiempo es acabar pronto lo que hay que hacer y encontrar tiempo para dormir y vagar; ¿Por qué siempre habría algo que hacer? Abrió el libro y empezó:

Capitulo dos: los títulos valores bla, bla, bla,….

- Disculpe, señorita- dijo el hombre de camisa y corbata es usted estudiante de contabilidad.

La muchacha volteo disimulando lo mejor posible la incomodidad y la sorpresa de tener que trabar conversación con un extraño; más aun, interesado como parecía estar en la psicología, viniéndose a la mente la idea de que podía ser algún depresivo de los que buscan el sentido de la vida.

-Que suerte la mía – pensó, y contesto- No señor - dijo con delicadeza – estudio derecho.

-A que bien, muy bien; y en que universidad, ¿no será acaso P..?,

-No, no – sonrió amablemente- en la S…

-O que bueno, es más prestigiosa ¿no?

-Si eso creo. -Vamos, vamos, espero que ya se calle– pensó. La persistente vocecita en su cabeza la hacia sentir insegura a su vez mientras decía - ¡es que le vas a dar todos tus datos, que falta de cuidado, o no recuerdas que no se habla con extraños. Desalojo aquello de inmediato de su cabeza - que tontería, si ya soy mayor, y además es un hombrecillo de apariencia desdichada, no podría ser peligroso excepto para si mismo. Este le sonó mesquino de su parte, aunque divertido, y es que por alguna razón odiaba al hombrecillo; le parecía tonto y patético con su timidez y su apariencia, le molestaba tener que seguir con aquella actitud forzada de amabilidad mientras lo que enserio quería era hacerlo callar y desviar la vista pues la resignación de su mirada agotada y la cadencia dolorida de su voz al arrastrar las palabras la perturbaba, como sucede al evitar en la calle un mendigo andrajoso o un perro con sarna.




Pero el odio es temor y esto es algo que nos confunde







-Que bien, que bien- dijo el hombrecillo y no obstante sus palabras estaban desprovista de satisfacción.

Hubo un silencio. La joven aprovecho para volver su atención al libro, aparentemente, con un afán de asimilamiento redoblado, aunque sus pensamientos vagaban, a su pesar, en otra dirección.

¿Qué interés podía tener ese hombre en saber algo sobre ella?, lo mas seguro es que de verdad fuera un depresivo. Tal vez debió ser más compasiva parecía que el solo quería un poco de conversación, ¿y si era un hombre desesperado? Pero ella había sido amable, aunque algo cortante, ¿qué más podía hacer?; ya se había fastidiado bastante por tratar de ser buena samaritana. Trato entonces de volver a la lectura, pero cejo en sus intentos finalmente, le parecieron fastidiosas también las palabras y todo lo que tenía que ver con la doctrina jurídica de el contrato de compraventa. En realidad el derecho la hastiaba.

Un rato después el hombrecillo de camisa y corbata le pregunto – Señorita ¿usted acaba de empezar a estudiar?

La muchacha que desde que renunciara a seguir leyendo en el autobús, ajena a su costumbre, había logrado abstraerse en el vista que desfilaba por la ventana, tenia la mente adormilada y vacía de pensamientos por lo que le costo un momento hallar el sentido de la pregunta. No – dijo finalmente, y se sorprendió respondiendo con naturalidad- ya estoy a la mitad de la carrera. Razón por la cual – recordó-se había dicho mil veces no había cabida a dudas vocacionales.

El hombre la miro un momento y luego agrego:

-Sabe yo también postule para entrar a la facultad de derecho de una y otra universidad, pero no ingrese; así que seguí psicología, por mi puntaje, y me gradué, ya ve me hice psicólogo- dijo mientras señalaba el libro que llevaba en la mano.

Es fácil entender entonces lo tonta que se sintió nuestra muchacha al no haber pensado en una posibilidad tan obvia.

-Extraño giro en el rubro- le dijo al hombrecillo- ¿y qué tal le fue?

-Bien, bastante bien, me gusta mi trabajo

-Eso es lo realmente importante – dijo la joven- ocuparnos de lo que nos gusta.

-Sin duda, sin duda, es lo más importante.- Afirmo con la rotundidad que pudo el hombre, aunque con cierta entonación mecánica que a la muchacha le pareció advertir.


El hombre guardo entonces apresuradamente los libros que llevaba en un morral negro gastado, se paro mientras terminaba de colgársela al hombro y se despidió de la muchacha, deseándole suerte sin mirar atrás en su apuro por llegar a la puerta y bajarse en su destino.

La joven le despidió igualmente pero él ya no la oyó.

Lo siguió con la vista por la ventana todo lo que pudo mientras él cruzaba una pista y caminaba de lado contrario a la dirección que seguía el autobús, se quedo viendo aun después de que aquel hombrecillo desapareciera, ya no recordaba su rostro, solo la sensación de aprensión ante su faz demacrada; se toco entonces el rostro y sintió sus propias ojeras; ¿Cuál seria la causa de las ojeras de aquel hombre?, intuía de alguna forma la respuesta, pero quedo inconclusa la idea en su cabeza. Otra vez solo una sensación, remordimiento; por que en el dialogo con aquel hombrecillo ninguno de los dos había dicho la verdad.


Que parecidas somos las personas, las coincidencias son invisibles aunque representan el material que lo une todo.



Historia escrita por JAX

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