El tintorero y el filósofo
Un hábil tintorero en su laboratorio,
ocupado en las tareas de su profesión. Acertó e entrar un observador minucioso,
razonador muy analítico, y entabló desde luego discusión sobre los tintes y sus
efectos, proponiéndose nada menos que convencer al tintorero de que iba a echar
a perder las preciosas telas a que se aplicarían sus composiciones. A la
verdad, la cosa presenta mal aspecto y
el crítico no de jaba de apoyarse en reflexiones especiosas. Aquí se veía una
serie de cazuelas con líquidos negruzcos, cenicientos, parduscos, ninguno de
buen color, todos de mal olor; allí unos pedacitos de goma pegajosa,
desagradable a la vista; enormes calderas estaban hirviendo, donde se removían
trozos de madera en bruto, y en las cuales se iban echando unas ramas secas
que, al parecer, sólo podían servir para tirar a la calle. El tintorero estaba
machacando en un mortero cien y cien materias que andaba sacando, ora de un
pote , ora de una marmita , ora de un saquillo ; y revolviendo todo , y pasándolo
de una cazuela a otra , y echando , ora acá , ora acullá , cucharadas de
líquidos que apestaban y de cuyo contacto era preciso guardar el cutis , porque
le roían más que el fuego , se aprestaba a vaciar los ingredientes en
diferentes calderas y sepultar en aquella inmundicia gran número de materias y
manufacturas de inestimable valor. ‘‘Esto se va a desperdiciar todo – decía el
analítico-. En esta cazuela hay el ingrediente A que como usted sabe, es extremadamente
cáustico, y que, además, da un color muy feo. En esta otra hay la goma B,
excelente para manchar, y cuyas señales no se quitan sino con muchísimo
trabajo. En esta caldera hay el palo C, que podría servir para dar un olor
grosero y común, pero que no se me alcanza cómo ha de producir nada exquisito.
En una palabra, examinando todo por separado , encuentro que usted emplea
ingredientes contrarios a lo que usted se propone; y desde ahora doy por seguro
que, en vez de sacar nada conforme a las bellísimas muestras que tiene usted en
el despacho, va a sufrir un pérdida de consideración en su fama e interés .’’
‘‘ Todo es posible , señor filósofo – decía el inexorable tintorero, tomando en
sus manos las preciosas materias y ricas manufacturas y sumergiéndolas sin
compasión en las sucias y pestilentes calderas – todo es posible; mas para dar
fin a la discusión, déjese usted ver por aquí dentro de pocos días’’. El
filósofo volvió, en efecto, y el tintorero desvaneció todas las objeciones,
desplegando a sus ojos las telas que por rigurosa demostración debían estar
malbaratadas. ¡Qué sorpresa! , ¡Qué humillación para el analítico! Unas
mostraban finísima grana, otras delicado verde, otras hermoso azul, otras
exquisito anaranjado, otras subido negro, otras un blanco ligeramente cubierto
con variado color, otras ostentaban riquísimo jaspes innumerables y encantadores;
las manufacturas, limpias, tersas, brillantes, como si hubieran estado
cubiertas con cristales, sin sufrir el contacto con la mano del hombre. El
filósofo se marcho confuso y cabizbajo, diciendo para sí: ‘‘No es lo mismo
saber lo que es una cosa por sí sola, o lo que puede ser en combinación con
otras; en delante, no me contentaré con descomponer y separar, que también hace
prodigios el componer y reunir: testigo, el
tintorero. ’’
tintorero. ’’
Sacado de "El Criterio" de Jaime Balmes.
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