the fool

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23 septiembre, 2014

Mara



Por defecto todo busca perfeccionarse. Nos topamos o propiciamos piras de redención a las que nos sometemos y dejamos arder, solo estamos fuera de las llamas cuando por acción del fuego hemos trocado nuestra antiguo corazón por una nuevo, consumimos nuestra antigua carne para conquistar parcelas de la superioridad de nuestro propio espíritu.



Incomoda en esta piel


- Nada importa querida, si tan solo me amaras yo…
- ¡Tú nada! - respondió ella - nada digas pues blasfemas, escucha antes lo que tengo que decir, luego juzgaras.
Sentándose al borde de la cama, bajo la cabeza como si su arranque anterior la hubiese dejado muy agotada.
 - Ay…, ironía del destino- continuo ahora llena de tristeza - alguna vez no creí digno de mi a nadie, y hoy veo que yo no soy digna para nadie. Escúchame por favor, si es posible salvarme mediante el juicio de tus labios, aparta de mí el temor, prometo que he de cambiar, cambiare por amor (…)

He de cambiar, cambiar… cambiar por amor.
Cambiar… cambiar…

Mara leía otra absurda novela de amor, ¿Por qué las leía?
Se había vuelto adicta a ellas, y al terminarlas sentía lo más cercano a una indigestión literaria, estaba incluso algo  avergonzada de ello pues le parecía hasta morboso.

-Son mis deseos de ser amada y nada más los que hacen que pierda mi tiempo con historias cliché, les estoy tomando verdadera aversión y aun así sigo comprándolas -  se decía.

Estos pensamientos la llevaban siempre a una depresión muy honda y en su mundo solo parecía existir una soledad inexorable y tirana, no podía quejarse, ella la creo, la alimento y alojo en su vida , ahora no había salida. Sentía miedo de pronto, le ocurría a menudo, no se desprendía de su mente la sensación de hallarse en un obscuro agujero sin salida en la que se había metido ella misma poco a poco.

Siempre había sido poco sociable, en su vida podía contar los amigos que había hecho con los dedos de las manos, ninguno de ellos confidente íntimo o alma afín, tan solo buenos conocidos que había terminado por alejar ante el esfuerzo que le representaba cultivar una amistad, no le agradaba nunca arriesgar nada, era ese temor el que socavaba su confianza y su felicidad. No obstante para sus padres Mara era la muchacha más completa que hubiesen podido idealizar, una alumna de futuro auspicioso, en palabras de sus maestros en la escuela, y conducta intachable, además de un carácter muy dulce. Los maestros solo podían felicitarla y no paraban de hacer observaciones halagadoras y simplistas que se circunscribían a una observación de sus promedios, como si los alumnos se representaran claramente en una columna de vagas cifras en un registro.

La joven Mara vivía esto esforzándose por restarle importancia, creía que toda vanidad que pudiese albergar por tantos elogios superficiales era una muestra segura de mediocridad insufrible para un espíritu tan sensible como el suyo, bien sabia que la persona que ella era realmente no valía nada, se decía esto una y mil veces así misma.

 -Todo lo que hago en la escuela no tiene ningún valor pues soy consciente que no es autentica genialidad, sino solo un trabajo de memoria que me asquea, yo me doy asco pues realmente no soy nada.

 Razonando de esta forma Mara se preguntaba ¿Cómo es que nadie se había dado cuenta  de lo estúpida que era aun?, siempre callada, siempre asintiendo, y cobarde, ¡También era tímida y cobarde!, siempre dando la razón y viviendo por inercia, ella no hallaba en si nada propio ni digno de valor, ¡¿Por qué no lo veían?! Pero una vez pasada su rabia acallaba su mente y se preguntaba, ¿Qué sería de ella sin tanta pompa y adorno falso?, si alguien realmente se diera cuenta del engaño ese alguien la vería tan despreciable como realmente era. En esos instantes la angustia la trastornaba  porque se sentía completamente sola ante el producto de su propia degradación, era su culpa su imposibilidad de ser tan valiente como lo eran todos.

Mara se paro frente al gran espejo de cuerpo completo en su habitación, una bella pieza de antigüedad enmarcada en madera tallada muy delicadamente, algunas partes eran de superficie tan lisa que era un placer pasar los dedos por el barniz; varias capas de este que terminaron dándole su tonalidad obscura y elegante.

- Es un objeto precioso - dijo la joven en voz alta- es una pena que yo aparezca en el reflejo. Se observo con detenimiento mientras enlistaba cada defecto suyo y harto conocido, se sentía profundamente desgraciada entonces, más de lo que quería aceptar al fingir que realizaba un “ Análisis objetivo de cambios”.

-Granos en el rostro- decía mientras los apretaba con furia hasta verlos sangrar.
-Piernas muy cortas y pies anchos- No podía dejar de imaginarse a sí misma como una pescadora de grandes muslos.
-Y la peor parte… una gran barriga y grasa en las caderas – en esta parte de su análisis el nudo en la garganta que trataba de ignorar se volvió doloroso de soportar y no pudo contener el llanto, un llanto de desesperanza.

- Soy muy fea…- bajando la vista hacia el suelo se repitió despacio - muy fea, muy fea…- en un tono mecánico y lleno de amargura. Se arrodillo en el suelo y subió la vista con los ojos muy abiertos para contemplar su rostro, se dibujaban en el profundas ojeras, una tez muy pálida y la mirada atormentada, trágica. Se quedo así inmóvil por un rato, aquella situación, pensó, era lo más parecido a la locura: ataques histéricos de llanto acallados rápidamente, momentos de desvaríos en medio de una lectura, y su mirada enfermiza. Estaba muy cansada de todo eso, si era fea, ¿Por qué no aceptarlo?; pero no lo haría, eso era lo que le quedaba, no se rendiría pues antes de ser fea y despreciarse de esa forma para siempre prefería la muerte. Seria bonita y estudiaría más también, la alabarían, y entonces seria ya con justa razón, no tendría porque sentir temor de perder su disfraz, el de chica perfecta, ella seria perfecta. Una vez logrado sería amada de verdad, todo en su vida ocurriría como ella esperaba y ya no tendría miedo.

Era un sueño, se iría el temor y cambiaría por ello, por amor…
Sonrió al rostro del reflejo, a la palidez, a las ojeras, a las costras, a los pliegues de su abdomen, nada de eso duraría mucho, o moriría en el intento.


II
Paja, ramas, troncos, llamas. Estoy preparando una hoguera.

Qué extraña es la vida – pensaba la joven Mara – de niña esperaba impaciente el viernes de puré de papas, incluso le pedía a mamá que me friera un huevo. Sonrió débilmente ante este recuerdo. Le temblaban los brazos apoyados en la taza del inodoro, su mirada vacía estaba fija en su contenido ignorando lo nauseabundo de la visión de aquello que había sido su almuerzo.

-  ¿Cómo es que algo de aroma tan bueno puede luego oler de esta forma?

Inhalo aquello y se sintió cada vez mas enferma, lo inhalo con insistencia sin ninguna razón, le pareció que no era tan insoportable, dulzón, ácido, aun era comida. Recordó lo mortificante, lo repulsivo que solía ser el vomito en general, la mayoría de gente le disgusta siquiera oírlo nombrar, pero ella, la valiente Mara había derrotado los convencionalismos y ahora podía contemplar el suyo propio, encontrarlo bello e incluso enternecedor, se proyectaba en el todo el duro trabajo su sistema digestivo, era realmente digno de compasión el intento de su traicionero organismo por alimentarse glotonamente, absurdo, como si ella necesitara comer más. Se palpo el estomago y sintió esas “arruguitas” que se formaban cuando se encorvaba como ahora arrodillada frente a la taza, se pellizcaba con furia el estomago mientras se imaginaba lo horrible que se veían cuando se ponía polos apretados. La semana pasada durante la clase de educación física ,se había sentido horrible durante los estiramientos al tener que tocarse las puntas de los pies sentada en el suelo, al doblarse todo esa grasa que tenía en el vientre se había acumulado deformándole a la vista de todos sus compañeros sin posibilidad de escape. Aquella vez quiso llorar y salir corriendo, pero se trago sus lágrimas y termino lo más rápido posible el ejercicio.

-¿Cómo era posible que aun sin comer mucho y vomitando todo los excesos siguiese siendo gorda?- Este pensamiento le dio fuerza para volver a colocarse el cepillo de dientes sobre la lengua, mas y mas hondo en el paladar, con plena conciencia y técnica arrojaba lo restante que llevaba en su estomago lo mas silenciosamente posible, esto último ganado con la práctica.

Cuando estuvo bien segura de que no era posible expulsar nada más, se paro aun temblorosa y fue hacia el caño, había estado arrodillada en ese trance algo más de veinte minutos, se enjuago la boca, lavo su cara y sus brazos, un poco de vomito había caído sobre el derecho pero por suerte había tenido la precaución de quitarse la blusa antes de empezar a purgarse, la experiencia le había enseñado a ser muy cautelosa, cualquier detalle sin cuidar podía descubrirla ante su familia y eso sí significaría crisis del tipo “¿que hicimos mal?, no, no, la cosa no era tan grave, al menos no tenía que serlo para nadie mas allá de ella misma.

Limpio bien el lavadero y jalo la cadena del inodoro luego de acomodarse la ropa. Mara fue hacia su cuarto y saco de debajo de su colchón una libreta, del lomo colgaba un lápiz agarrado por una cuerdita roja que lo atravesaba. Esa era su rutina diaria, luego de hacerse “una limpieza” anotaba en su cuadernito las calorías que comía durante el día, las que quemaba ejercitándose y algunas de sus impresiones, lo que necesitaba desfogar lo plasmaba en aquel papel.

Ella misma lo había confeccionado y le había cocido un rotulito plateado de letras doradas que decía “Perfecta”. Esto no se le ocurrió de la noche a la mañana, de hecho siempre había tenido la idea de escribir un diario, pero tan solo ahora era necesario y observar la cubierta le daba motivación.
Destapo el lapicero y empezó a escribir con su prolija caligrafía.

Viernes 29 de Noviembre.
* Desayuno: 1 Manzana mediana.  64 Kcal y una taza de manzanilla sin azúcar.
* Almuerzo: …

 - ¿Debería poner el almuerzo? – Se pregunto - Acabo de vomitar lo extra que comí.
Finalmente decidió ser un poco rigurosa, lo registró también porque seguramente algo no se habría expulsado.
1 taza de arroz cocido y 2 cucharas de puré de papas. 230 Kcal

Puré de papa – dijo para sí- ¡Maldición!, Eso tiene leche y aceite, bien no es tan malo ya no está en mi estomago, ¿O sí?, no parecía lógico, ya que no se había demorado ni una hora en despistar a sus padres y encerrase en el baño.

- Mejor busco en internet más tarde – concluyo.

Ella investigaba bastante sobre nutrición y ejercicios, no fue difícil que luego se topara con paginas Ana-Mia, leerlas la hizo sentir cada vez mas identificada con su forma de pensar, de pronto comenzó a consumir purgantes o estirar la comida en el plato para que pareciera mas a la hora del almuerzo y no se avergonzaba de ello, por el contrario, juzgaba estos trucos muy útiles y de vez en cuando lograba contactarse por chat con alguna otra compañera de sufrimiento.

-Somos mártires de un ideal- le dijo una vez Porcelana, una anoréxica de nacionalidad imprecisa, llevaba dos años completos de restricciones con la comida y casi ninguna recaída en la “glotonería”.
- El principió siempre es lo más difícil- explico – una vez has logrado soportar los primeros meses se te volverá luego impensable comerte un pedazo de pastel de chocolate.

- Ay..., el chocolate, creo que es lo que más me tienta- escribió Mara.

- Es natural, pero debes imponer tu voluntad sobre tus deseos. Algo que yo siempre hago es imaginarme la comida y luego pensar que se vuelve asquerosa. A mí, por ejemplo, me encantaba la mantequilla, y no dejaba de atragantarme pedazos de pan untados con ella, por eso es que me puse horrible y sebosa, incluso mi cara, ¡si la hubieses visto! , era informe por los granos, llena de costras y muy brillante, me da vergüenza de solo recordar. Cuando tome la decisión de cambiar y ya no ser más un ser horrible, porque ni yo misma podía soportarme, empecé mis restricciones justamente con esa porquería que ya sabía me dañaba. Inicie con dietas ligeras,  pero siempre recaía en la mantequilla  y otras cosas, claro, pero eso principalmente, entonces era  muy infeliz y me odiaba, eso fue lo que me llevo a entender que las dietas no eran para mí, debía de ser más fuerte y alejar completamente todas las tentaciones. Para ayudarme imaginaba, que aquello que tanto me gustaba degeneraba o se pudría, cuando pensaba en rebanadas de pan con mantequilla me imaginaba que el pan se hongueaba en mis manos y se ponía muy verde, luego la mantequilla se agriaba y se cortaba, me figuraba que tocarla haría que mis manos, mi rostro  y mis labios, incluso mi lengua se inflamaran y me saldrían asquerosas pústulas que olerían parecido a como huele todo esto que te describo.

- Eso realmente parece asqueroso- escribió Mara.

- Si, lo es. Piensa entonces lo efectivo que resulta.

Mara valoro mucho este consejo y lo puso en práctica de inmediato, así es como de a pocos no podía comer casi nada sin juzgarlo repulsivo. Hasta en los casos en que le fallaba la imaginación, lo único que debía de hacer era descomponer en su cabeza la comida por sus ingredientes, tal era su poder de sugestión, por ello pensar en puré de papas era como pensar en leche agria, aceite grasoso y desagradable, papas blandas y fétidas, llenas de raíces por su antigüedad.

Los pensamientos de la joven volvieron a la libreta, se alegro de no haber comido asado, eso le dejaba un amplio margen de calorías sobre su objetivo idealizado.

- ¡Incluso podría llegar a las 400 Kcal!- pensó con alegría.


III
Ardemos

El agua que caía al piso, se llevaba el cansancio de su cuerpo y las lagrimas de sus ojos, no obstante se palpaba las caderas con satisfacción.

- Que tonta- se dijo- lloro de felicidad, ¡eso es! , siempre que pueda sentir mis huesitos estaré bien.

Mara estaba realmente cansada, había hecho muy poco ejercicio, pero no era tan necesario, en el tiempo que llevaba siguiendo este ritmo había bajado mucho de peso y se sentía más feliz que nunca, esto se decía así misma.

Bajo el chorro de agua caliente pensó en retrospectiva como habían sido los meses pasados, ahora ya estaba habituada a su ritmo de vida pero no podía dejar de pasar de la felicidad, incluso euforia, a la tristeza de forma tan extrema que a ella misma le aturdía. Además sus notas en el colegio habían bajado y lo hacían cada vez más, a su pesar, cuando advertía esta realidad la culpa la asaltaba horrorosamente y veces con tanta violencia que incluso llego  a hacerse en los tiempos recientes cortes en los brazos.

Lo más molesto era que ella se esforzaba como siempre pero los resultados no eran los esperados y su mente vagaba cada vez mas entre clase y clase, sin que las palabras de ningún profesor lograran anclar su volátil atención.

Sentía  que todos advertían su situación, que sus compañeros la desdeñaban y hablaban a sus espaldas, estaba  más sola que nunca y muy vulnerable, se decía a sí misma, a modo de consuelo, que no debía molestarse con problemas tan superficiales, ¿Qué importaba la opinión de los otros que no sabían cuanto sufría y se esforzaba ella por ser mejor?, ¿Acaso no había sido siempre la primera alumna?, ¿Por qué no podía tomarse un descanso si era para ir por algo mas importante para ella?.

Empezó a encontrar a todo el mundo más antipático, y en otras ocasiones simplemente no los consideraba en absoluto, abstraída como estaba,  encerrada en sí misma. Su cabeza estaba ocupada todo el tiempo por la comida, se distraía incluso planeando nuevas formas de esconder la comida en su ropa si sus padres insistían en venir a almorzar a casa a pesar del trabajo. Se había vuelto una experta en esto, era muy importante actuar con habilidad y aprovechar la oportunidad. 

Así por ejemplo podía cortar la carne en pedazos pequeños, muy despacio y despistar a los de alrededor, hasta poder deshacerse de ella en un descuido, llevándola a sus bolsillos para esconderla; otra posibilidad era levantarse de la mesa hacia la cocina con la excusa de ponerle más sal al plato o querer echarse alguna salsa extra, aprovechaba esas ocasiones para botar parte de su comida.

En otras ocasiones en cambio se preguntaba si de esta manera actuaba bien.
- ¿Alguna vez fui una muchacha glotona e inocente que disfrutaba de estos sucios banquetes?- Reflexionaba, perdida y ausente durante el espectáculo de alguna cena familiar - Probablemente debían ser tiempos mejores porque en estos momentos me siento muy vacía.

Esa sensación de vacío también era constante, no podía evitar la idea persistente de que solo se estaba dejando morir, y que todo pasaba a su alrededor  indiferente. En contrapartida estaba el orgullo que sentía al haber logrado la capacidad de ignorar sus reacciones físicas, la acidez o el frio que generalmente tenía como consecuencia de la falta de energía. Su única preocupación sobre esto era el mareo constante, con frecuencia caminaba como sonámbula por la calles, otra de las consecuencias de su falta de alimentación, y temía desmayarse en cualquier sitio, también le representaba  un problema cruzar las pistas porque sus reflejos de vez en cuando le fallaban, se reprochaba a si misma esa incapacidad para llevar el hambre o la debilidad. Ella tendría que poder, era muy fuerte, había estado demasiado bien alimentada toda su vida, no era ninguna quejosa además y no se sentía victima de su propio rigor: Ella era una princesa Ana – Mia, una princesa fuerte y valiente que podía soportar todo el dolor, toda penuria para ser bella y frágil, una heroína trágica de cristal.

Salió del baño seca y con el pijama puesto, estaba lista para ir a su habitación a acostarse completamente exhausta, cuando escucho la voz de su madre.

-  ¡Mara  a cenar! – Llamo esta.

La respuesta de la muchacha fue automática, la misma excusa de siempre.

 -  Mamá no tengo hambre, hice unos sándwiches hace media hora- Este argumento demasiado usado ya no era creíble para nadie en su familia. Mara hacia algún tiempo había dejado de esconder la desnutrición a la que se sometía, había dejado de importarle casi todo y todos, en el colegio ya se había desmayado un par de veces, y ante las preguntas de la enfermera la primera vez salió  rápidamente a la luz la causa de esto, además de su delgadez era notable, aunque no había llegado aún ha de ser extrema era bastante notable. Su ánimo apagado y depresivo era también otro factor que se desprendía con facilidad al observarla. Mara sin embargo se sentía más decidida a seguir adelante, sus únicos momentos de desfogue se los permitía a sí misma  en su habitación, solía llorar ahí cuando le asaltaba la melancolía, golpeaba las paredes y se hacía laceraciones porque verse sangrar  le daba tranquilidad.

Su madre la llamo nuevamente - Hija no te he visto preparar nada, ¡ven a comer ahora!

- ¡Mama no tengo hambre! - respondió ella cerrando tras de sí la puerta de su habitación con llave.
Se tiro sobre su cama mientras meditaba, su madre toco la puerta pero Mara ya no escuchaba nada, probablemente su madre se quedo afuera 10 o 15 minutos llamándole y rogándole, a Mara no le importaba, lo único que le representaría un disgusto seria el discurso de sus padres por la mañana al salir a la escuela. Al principio cuando ellos advirtieron sus hábitos solían regañarla por no cuidar de su salud o prevenirla de que no se extremara con la dieta, pero después del episodio del desmayo en la escuela ellos se volvieron más blandos, convencidos de que su hija se encontraba probablemente enferma le aconsejaban incluso suplicaban que se alimentara, Mara a todo esto no decía mucho y asentía ausente. No importaba ningún argumento, ni amenaza o lágrima, Mara no escuchaba, tan fuera de control se encontraba que ya no tenían más idea sobre cómo actuar que la de  internarla en una clínica de rehabilitación, estaban desesperados y ya por esos días se convencían mas de tomar la decisión.

Mara cerró los ojos perdiéndose en la deliciosa inconsciencia del agotamiento, en algún momento paso de la realidad consiente a la onírica. La necesidad de abandonarse y  flotar se represento en la imagen de ella sobre una tabla a la deriva durante la noche en el mar abierto y obscuro, mientras dejaba atrás un barco en llamas. Todos huían lanzándose por la borda y gritaban espantosamente, a pesar del terrible cuadro que se desarrollaba tras de sí, que lejos se sentía ella de todo, sola y sin miedo a los abismos o a lo incierto y a la muerte; sin temor y sin embargo tampoco esperanza, vestida con un camisón blanco y largo tenía las manos cruzadas sobre su estomago y la vista fija en el cielo pacifico y estrellado. Mara sonreía, sus ojos se cerraban y mientras su vista se iba nublando se hacían menos claras las estrellas.

-  Las luces ya están muy lejos- fue lo único que dijo.

A la mañana siguiente salió a la escuela más temprano de lo normal para evitar a sus padres, se sentó en un parque cercano al que siempre le agradaba ir a pensar hasta que fuese más o menos la hora en que abrieran las puertas del colegio. Miro hacia  el cielo, la pálida luz de la mañana de invierno fue una conveniente respuesta para su estado de ánimo. Perdida como estaba apenas advirtió cuando otra muchacha con uniforme escolar idéntico al suyo se sentó a su lado, era su hermana Sara, esta la miro con seriedad a modo de saludo, no obstante esbozó una de sus sonrisas sarcásticas poco después.

-Hola Sara – dijo Mara en respuesta - ¿Por qué te levantaste tan temprano hoy?, no me digas que para seguirme, tú no eres así.

-Tú no sabes cómo soy Mara- le respondió esta - tú no sabes cómo es nadie a tu alrededor, tampoco sabes de nuestra preocupación. Sara hizo una pausa y levanto la vista  hacia el cielo de forma idéntica a la de Mara un rato antes.

- ¿Sabes? Pocas veces estoy de acuerdo con mamá y papá, son muy sobreprotectores, pero tu rebasaste en serio el limite, cada día te ves mas como un zombie, no solo es que estés delgada, tus ojos… están como muertos hermana. No sé qué diablos creas sobre mí, o sobre todos nosotros, pero te queremos tonta, dejándote morir así no demuestras ninguna fortaleza, al contario eres cobarde porque huyes de todo y te encierras en tu mundillo de dolor, ¿Crees que eso es admirable?, ¿Por qué no usas esa voluntad que tienes para no comer absolutamente nada en algo más útil?, antes eras una buena chica, solo te faltaba divertirte ser menos tímida, ¡Demonios!, No soy buena para dar consejos, menos a ti , pero escucha, todo esto es muy molesto, y en casa, no sé si te has dado cuenta, el ambiente es deprimente, ya lograste lo que querías, ya eres muy delgada, ahora trata de volver a la normalidad, o mejor no vuelvas a lo de antes, sal, has amigos, solo vive un poco. Sara termino y una pausa muy breve se instalo en el ambiente.

-Sara, tengo miedo de engordar- dijo Mara como toda respuesta. El discurso de su hermana, con la que tenía una relación más bien distanciada a pesar de vivir en la misma casa y llevarse muy poca diferencia de edad, la había enfrentado a la realidad de su actitud que desde otro punto de vista parecía más bien ridícula y sintió culpabilidad, no podía engañarse a sí misma, era una absurda sin fuerza para dejar de deprimirse, no había logrado cambiar de verdad.

-Sentir mi estomago plano es mi único consuelo- Murmuro con dificultad en tanto se iba quebrando- Yo no soy como tú, no puedo sentir felicidad, últimamente no sé ni porque estoy viva.

Mara comenzó a llorar despacio y Sara la abrazo con un cuidado extraño a su carácter, más aun en relación a su hermana.

-  Todo va estar bien - le dijo -solo estas así porque te falta comer y unos abrazos, deja de ignorarnos y hacerte la incomprendida, incluso yo puedo ser una buena hermana.

Mara se seco las lágrimas y asintió. Se quedaron así por un rato hasta que Sara rompió el silencio de repente.

-El otro día me dijeron que las jirafas nunca duermen de pie, ¿Eso es verdad?

Mara se rio de lo fuera de lugar que parecía la pregunta de su hermana - ¿Tenía idea de si las jirafas dormían paradas? - se pregunto, tratando de recordar cualquier cosa que hubiese escuchado sobre algo así.

-  Si es cierto esta es la primera vez que me detengo a pensar en eso, Sara- le respondió a su hermana mientras reía, Sara rio también y luego les fue sencillo continuar charlando de otras cosas, e incluso bromear. Sara saco el desayuno que traía en la mochila y obligo a Mara a compartirlo con ella, la vigilo mientras sorbía lentamente el jugo de naranja y masticaba con fastidio medio sándwich de jamón tratando de no desesperarse mientras hacia su papel de centinela, por su lado Mara tuvo que hacer grandes esfuerzos para comer sin sentir arcadas. Terminaron y fueron juntas a la escuela, esto no lo hacían desde hacía mucho tiempo. Sara le arranco la promesa a su hermana de que ese día almorzaría todo lo que le sirvieran y Mara lo prometió.

Por la tarde cuando Mara volvió a casa pudo sentir desde la entrada del departamento el olor de la comida recién preparada.

- Viernes de puré de papa –pensó y cerrando los ojos suspiro- hoy día lo debes comer todo muchacha.
Su madre al verla entrar la saludo con un beso en la mejilla, su padre y Sara ya estaban en la mesa, él le sonrió y Sara la llamo a unírseles, era increíble  cómo se habían logrado poner de acuerdo y coincidir  a esa hora, parecían un cliché perfecto de la familia feliz. Contento así como angustia y culpa se juntaban en el ánimo de la chica con la vista de la mesa ya servida, esto último se debía a que no podía entender porque nada en ella le parecía apetecible, todo era grasoso, cremoso, indigerible o grotesco.

Su madre le puso delante un plato de comida, y con esto Mara sintió enormes ganas de llorar, a su alrededor todos comían con entusiasmo, todo era perfecto y en tanto ella se sentía en el infierno. Sin poder contenerse empezó a sollozar, Sara a su lado la tomo del hombro suavemente llamando su atención y le dijo algo que Mara no fue capaz de entender, solo pudo mirar a su hermana con ojos llorosos y suplicantes, se levanto de la mesa abruptamente y corrió a su cuarto. Ya adentro cerró la puerta con llave y se deshizo en lagrimas, cabizbaja sobre el piso, no sabía bien ni porque lloraba, pero era incontenible, ella no podía dejar de ser una infeliz, estaba claro, eso era todo.

Una idea cruzo por su mente de repente y se fijo en su espejo, el maligno y hermoso espejo, ver el reflejo de su rostro le espanto, su tez seguía siendo insistentemente pálida, triste  y ahora  enfermiza, su rostro le era devuelto con el aspecto del de una demente, y sus ojos, tal como había dicho Sara, estaban vacíos, muertos y sin brillo, como carbones

¿Cómo se había quedado sin poder sentir?

Su rostro mostraba un sufrimiento interno más allá de las emociones superficiales, tenía el alma quebrada y a la deriva, su existencia le era indiferente, su vida perdió su sentido porque era incapaz de ser feliz, amar o entender lo que es ser amada.

Con la vista nublada por las lagrimas y temblando tomo la cuchilla con la que se hacía cortes y que guardaba dentro de su diario como un macabro anexo, frente al espejo se posiciono de rodillas, quería verse morir, el dolor no importaba, todo precio o esfuerzo sobre su inútil persona era insuficiente para procurarse una satisfacción respecto de si misma que jamás llegaría.

Estiro el brazo izquierdo y se corto sin dudar abriendo las venas, la sangre empezó a manar fluidamente, Mara no sentía horror ante el espectáculo de su propia sangre correr, ella ya no era Mara, se trataba de una sombra que se deshacía frente al espejo. Al fin se desvanecía.

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Cenizas
(Epílogo)

Mara murió esa noche para luego seguir viviendo.

Ha pasado un año de esto, la noche de mi internamiento en emergencia mi hermana Sara logro entrar en la habitación y salvar mi vida, luego destruyo el hermoso espejo. La escena terrible de un cuerpo humano expirando con las  venas abierta y lo que vio en el reflejo no la dejo dormir por semanas; pienso que vio a la muerte que yo procure me consumiera por completo, la muerte que me devolvía el espejo cuando me paraba frente a el día a día durante esos meses mientras palpaba los resultados de mi extremo régimen.


Con todo, no me arrepiento de lo que me hice padecer, todos los caminos son distintos y no siempre sencillos cuando se trata de vivir. Nuestras vidas parecen estar orientadas a intentar quitarnos poco a poco una venda de los ojos y aprender a costa de elegir y acertar o errar, de tropezar y dañarnos y llevarnos al límite, y si bien hay quienes se arrojan a las llamas y mueren calcinados, en otros casos esta es la única salida, solo después de esta experiencia somos capaces de ver, de vernos y ser un poco más conscientes de nosotros mismos. Ese valor que buscaba, esa puerta para salir de mi auto encierro la encontré solo después de la muerte que les describo líneas arriba, una vez que se consumieron mis ojos muertos y mi corazón temeroso pude entender que vivir por inercia, sin buscar mis propias razones me volvió insegura, y mi inseguridad a la vez me aisló y me hizo egoísta, incapaz de amar o sentir contento en principio hacia mí y por ende hacia nadie más. El camino que he emprendido en mi recuperación y me está ayudando a acercarme a los de mi alrededor es también el que ahora me deja contemplarme sin horror desnuda por fuera y por dentro. J




Escrito por Jana

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